viernes, 15 de abril de 2016

La repetición, como modalidad de padecimiento.

Todos y cada uno de nosotros atravesamos situaciones de alegría, tristeza, efusividad, nostalgia, incertidumbre, inmediatez, enojo…en fín, nadie queda exento de vérselas con esas emociones. Emociones, que a veces, dejan encerrados y  sin respiro a muchos. Ahora bien, dentro de las mejores opciones, pueden surgir preguntas para intentar desenrollar algo de eso que aparece  habitualmente como “¿que me está pasando?”.  Interrogantes que ofrecen bajo la forma de preguntas algún indicio de que ciertos malestares incomodan, hacen ruido, conmueven. Frente a esto, hay quienes hacen lugar a este malestar, escuchan que algo de esto que “hace ruido” y que viene desde hace algún tiempo, desde un”siempre me pasó”, y, que viene del lado de la repetición de un padecimiento, toma la iniciativa de acudir a alguien, que desde algún lugar de “saber”  podría orientar hacia otro lugar, otro lugar distinto que no sea la del sufrimiento. Y así, como pueden aparecer quienes consultan, están quienes quedan capturados y tomados por algún sufrimiento que obstaculiza posibilidades de hacer algo con “eso” que inquieta, que molesta y angustia. Pero, en estos casos, sería importante concebir la variable del tiempo. Tiempo singular y propio, tiempo que cada uno transita y que, quizá, en algún momento, se pueda hacer  lugar  a aquello que aqueja. A veces, aparece y se hace lugar a “eso”, y a veces no. 
Y cuando alguien acude a la consulta, bienvenido sea, no se trata de evitar el sufrimiento, repetido, reiterado en el tiempo, sino que haciendo lugar a ese sufrimiento, interrogándolo, desmenuzándolo, disponiendo de eso que aqueja, disponiendo de eso que nos afecta en el cuerpo y en el alma nos posibilite como punto de partida para comprometernos en entender que nos sucede, que pasa con nosotros mismos y develar en un trabajo analítico aquellas sombras que envuelven y no nos dan respiro.  Si no se encuentra respiro, hay posibilidades de ahogarse, de no poder elevarnos, de no sacar la cabeza para tomar aire, como cuando nadamos, y así poder seguir braceando en las aguas de nuestra personalidad . Nadando en aguas turbias, aguas heladas, aguas cálidas, aguas termales, aguas que cada uno opte para desplazarnos como peces…
Nada de esto sería posible, si no apelamos a la palabra, a la articulación que podemos hacer de esas palabras, palabras que arman discursos, palabras que construyen historias. Historias de las cuales muchas veces somos protagonistas, muchas otras historias donde hay dificultades para dar cuenta de la implicación y la responsabilidad que nos toca respecto al malestar y aquello que aqueja. Es por ello, que cuando se acude al profesional idóneo, éste es aquel que puede orientar una cura, un tratamiento que podrá junto al consultante transitar juntos el camino de una experiencia donde la exploración de la vida anímica es una alternativa, entre otras y junto a otras, para llevar adelante una vida menos padeciente y más vivificante. 


Lic. Patricia Clavijo
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