viernes, 7 de octubre de 2016

Como pensar el cuerpo?

Como habita el cuerpo cada ser ser hablante?
Todos y cada uno de nosotros portamos un cuerpo. ¿Que querrá decirnos esta frase? ¿Que significará "portar" un cuerpo?.
Hay muchas y variadas versiones sobre como pensar el cuerpo. Desde el psicoanálisis, cuando hablamos de cuerpo, no nos referimos al cuerpo biológico, como sí lo conceptualiza la medicina. Sabemos que no podriamos trabajar sin el cuerpo fisiólogico, tal como se nos presenta en la consulta con nombre y apellido. Es solo que, la apuesta de un practicante del Psicoanálisis, da la bienvenida a este cuerpo desde otro lugar. Un cuerpo que nos habla, de mil y una formas y al cual solo apostamos a escuchar. Desde esta lógica, no habría cuerpo desde el inicio de la vida, sino que seríamos algo así como "un pedazo de carne" que, atravesado por el lenguaje, bañado por lo que llamamos significantes (que podemos entender como las palabras, miradas, caricias que recibimos del Otro, de los otros referentes en nuestra más temprana infancia) es lo que posibilitaría la constitución de un cuerpo: el advenimiento de lo que en un principio aparece como una imágen corporal fragmentada, pero que luego, por infinidad de operaciones psíquicas que deberían tener lugar, se haría paso a cierta unificación. Esta cuestión, nos permitiría vislumbrar e interrogarnos sobre la importancia de estos momentos inaugurales para todo ser hablante, ya que algunas dificultades o fallas en quienes ejercen estas funciones de cuidado y sostén en los tiempos más tempranos, podrían o no, verse reflejado en algunos casos clínicos que consideramos de gravedad. Es importante pensar que la vida  depende del enlace con el lenguaje, es decir que el  organismo no puede  funcionar sin la presencia de las palabras. Justamente, disponer de las palabras, de los relatos, de la historización que resulta de la invitación que hace el Psicoanálisis, vehiculiza y permite iluminar de que manera cada quién porta su cuerpo, como lo habita, como hace uso de él, de que manera sufre ese cuerpo, de que manera se lo disfruta, pero la apuesta que propongo va más allá de esto: puede haber un cuerpo mortificado, doliente, animicamente conmovido, sólo que vía el recurso de la palabra y un trabajo en equipo se arman trayectos novedosos, con altibajos, por supuesto, pero que abren nuevas formas de hacer lugar a aquello que nos aqueja, que angustia, que en muchas oportunidades quedan enquistadas en el cuerpo.
La palabra habitar, me resulta interesante a los fines de pensar lo siguiente: habitar como lugar desde el cual cada sujeto mira el mundo, lo percibe, lo significa, lo traduce, habitar como la posibilidad que dispone cada quien para transitar la vida, un espacio tan habitable como le sea posible.
Muchas veces, se escucha en la clínica ciertas dificultades para armar lazos sociales, lazos que se ven afectados por infinidad de variables, pero que ofreciendo un espacio se invite a alguien a vivir una vida más digna, a posibilitarse el armado de otras versiones, además de aquella única e inamovible que amarra y fija a modalidades de estar en el mundo algo mortificantes y hostiles, amarres imaginarios que atan a muchos.
El cuerpo, como  aquel medio que nos habilita a movernos, pero, que también puede operar como punto de inhibición, donde la reducción de movimiento inunda  la vida anímica de quien consulta. 
La vida, no sería más que el consentimiento para lo vivo. Consentimiento, entendido como lo decidido para sí. Lo vivo como aquello que resta, achica, reduce lo mortificante que intoxica la vida.
Por eso, si mortificamos la vida, no disponemos de lo vivo, y si no hay disposición de lo vivo...que nos queda?.





Lic. Patricia Clavijo
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Atencion via skype
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